Jamás olvidaré el día que escuche a mi
madre responder esa llamada. Estaba sentada en el asiento posterior del carro
cuando sonó el teléfono y mi mamá contestó. "¿¡Que se murió!?" es la
única expresión que recuerdo con claridad de aquel momento cuando apenas tenía
nueve años y que la vida se ha encargado de ayudarme a superarlo a pesar de que
el recuerdo esta clarito en mi memoria. Inmediatamente después de mi madre
colgar nos dice llorosa: "murió". Para mi propia sorpresa la primera
persona en comenzar a llorar fui yo. No podía parar de hacerlo, no entendía
pero a la vez sí. Entendía que había muerto, que su alma ya había abandonado su cuerpo que comenzaba a volverse frío por la ausencia de un espíritu. Pero no entendía el porqué las
personas tenían que dejar de existir. Tal vez nunca se lo dije, o se lo
demostré, no lo sé. Era muy pequeña para recordar esos detallitos que aunque en
aquel momento parecían sin importancia, ahora hacen falta porque ya la persona
no está ahí. Creo que lo he superado porque siempre que la recuerdo pienso que
está en el cielo y se me escapa una sonrisa. Lo único que no hemos podido superar
de su partida es el interminable silencio que se forma por unos segundos, que
parecen horas, cuando alguien pronuncia su nombre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario